“Permanezcan en mi Amor”
Buenas noches. Bienvenidos a esta Escuela de la Palabra. Todos somos Bienvenidos, los que vienen por primera vez, los que se vuelven a reintegrar, y los que han permanecido fieles. ¡Que grande poder reunirnos en familia después de algunas semanas! Le preguntaba a Jesús: ¿Con qué podríamos comparar esta Escuela de la Palabra después de la experiencia de ejercicios espirituales: en donde pudimos festejar los 25 años de votos perpetuos de Gloria, y de que tres matrimonios de la rama de matrimonios: (Manuel y Marisol, Saidy y Miguel, Martín y Miriam) han renovado sus votos temporales y que Julia y dos chicas (Laicas consagradas han renovado sus promesas de consagración al Sr. )?
Jesús me decía: Esta irrupción de alegría es semejante a mi alegría, la que yo comparto con el Padre: y Jesús me invitaba a entrar en el gozo del Espíritu de (Lc 10,21-23): “En ese momento Jesús se llenó del gozo del Espíritu Santo y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y se las has dado a conocer a los pequeñitos. Sí, Padre, pues tal ha sido tu voluntad. Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: «¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven! Porque yo les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron.» “
Así podemos iniciar esta Escuela de la palabra, experimentando la mirada de Jesús volcada hacia nuestra familia misionera Verbum Dei de la que formamos parte, una mirada que desborda de alegría porque somos dichosos por ver lo que vemos y oír lo que escuchamos.
¿Qué es la Escuela de la Palabra? Es la Escuela donde todos nos sentimos llamados a “ver y oír”. Ver las maravillas que el Sr. Hace en nuestras vidas amadas por la Trinidad y oír la Palabra que sale de la boca de Dios. El Carisma Verbum Dei no tiene otro tesoro que este. Es la riqueza de la Trinidad ofrecida a todo el que se pone en contacto con Ellos. Es el tesoro temporal y eterno que tenemos para compartir a todos por igual. Es lo que dinamiza nuestra vida y la dispone para estar al servicio de los demás, en definitiva es lo que a la primera comunidad cristiana puso en pie y le hizo testigo de un Dios Vivo. Esta es la razón del por qué de la Escuela de la Palabra. Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, más penetrante que espada de doble filo, y penetra hasta donde se dividen el alma y el espíritu, las articulaciones y los tuétanos, haciendo un discernimiento de los deseos y pensamientos más íntimos.
(Hebreos 4,12).
La Escuela de la Palabra es un permanente Pentecostés. Porque el Espíritu Santo es el que nos llena de alegría y de gozo en el Sr. En el Amor del Padre, la voz del Espíritu Santo y el dialogo constante con Jesús, quienes proyectan nuestra vida como Familia Misionera.
Bueno, ¿Qué quiere decir el Sr. A esta gran Familia? Entendía de parte del Sr. “Permanezcan en mi amor” (Jn 15,10) porque “Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve insípida, ¿cómo podrá ser salada de nuevo? Ya no sirve para nada, por lo que se tira afuera y es pisoteada por la gente. Ustedes son la luz del mundo: ¿cómo se puede esconder una ciudad asentada sobre un monte? Nadie enciende una lámpara para taparla con un cajón; la ponen más bien sobre un candelero, y alumbra a todos los que están en la casa” (Mt 5,13-16).
Esta es la mirada de la Trinidad sobre nuestras vidas. Nos da a conocer el valor que tiene nuestra vida en medio del mundo, de los ambientes donde estamos, de nuestras familias. No eres cualquier persona, no eres del montón, no eres alguien que está pero, como si no estuviera, tampoco para pasar desapercibidos. Somos “la sal de la tierra”, porque nuestra vida tiene el ser de Dios, su ser Amor. Tenemos su sabor con el que somos amados. Es lo que hace que podamos vivir lo mismo que los demás pero con otro sabor. ¡Qué importante es esto que nos dice Jesús! “Ustedes son la sal de la tierra” ¿Te lo crees? ¿Nos lo creemos? ¿Le creemos a la Palabra que sale de la boca de Dios? Basta con que recordemos todas esas experiencias en las que a través de nuestra pobre vida el Sr. Ha amado, ha perdonado, se ha acercado a nuestros hermanos o hermanas que estábamos lejos.
Yo si, ¿Saben por qué? Por que Jesús me lo dice, él nos lo dice. No nos lo ha revelado la carne ni la sangre sino nuestro Padre que está en el cielo. Cristo es la Verdad de nuestra vida, la luz verdadera que ilumina a todo hombre. Aunque en la vida ordinaria experimentemos los retos, desafíos, etc. Lo más verdadero es lo que nos dice Jesús. Recordaba la anécdota de los tres canteros:
Eran tres canteros que se encontraban trabajando, picando piedra a la 1 de la tarde, en el mismo lugar. En eso pasó un turista y les sorprendió ver a esos tres canteros trabajando. Le preguntó a cada uno:
¿Qué están haciendo?
El primer cantero respondió: ¿No ve que estoy picando piedra? Su respuesta era en tono medio enojado, enfadado.
- El segundo le respondió: Estoy cumpliendo con mi deber. Hago lo que tengo que hacer.
- El tercero le dijo: Estoy picando cantera porque estoy construyendo una Catedral.
El creer lo que Jesús nos dice nos hace valorar todo lo pequeño que hacemos o vivimos, valorar los esfuerzos, sufrimientos que vivimos: porque tiene sentido, tenemos un “por qué y un para qué”, tienen el sabor de la fe, del Amor de Cristo.
Pero si la sal se vuelve insípida, ¿cómo podrá ser salada de nuevo? Ya no sirve para nada, por lo que se tira afuera y es pisoteada por la gente.
Mira lo que es tu vida si permanece en mi Amor, eres sal que da sabor, pero… si no permanecemos en su amor nuestra vida se vuelve insípida, no sirve para nada. Podemos hacer mucho bien, podemos dar sabor a lo insípido pero la condición vital es permanecer en el Amor, el no salirnos del amor con el que somos amados, para no perder el sabor. San Mateo, en su evangelio nos da a conocer el riesgo que corre una persona que después de haber experimentado el amor con el que es amado, cabe la posibilidad que lo pierda. Pero San Juan nos da la clave para no perder ese sabor de Dios y es la permanencia.
Esta permanencia no solo nos da sabor, sino que teniendo el sabor de Dios en nosotros nos convierte en luz del mundo. Por eso Jesús nos dice: Ustedes son la luz del mundo: ¿cómo se puede esconder una ciudad asentada sobre un monte? Nadie enciende una lámpara para taparla con un cajón; la ponen más bien sobre un candelero, y alumbra a todos los que están en la casa”.
Recordaba una experiencia que en los ejercicios el Sr. Me regalaba: un día me dijo una misionera Paty sería bueno que arreglaras el cable de la lámpara del sagrario, si lo clavas en la pared se vería bien. Pero teníamos que pedir permiso a la misionera encargada de la casa. Fui a pedirle permiso de hacer eso y le propuse cambiar el cable por otro más delgado y del color de la pared.
Primero como que no le agradó que hiciera eso, y me puso algunos pretextos, lo que no quería era que hiciéramos cambios en la casa, pero Jesús en ese momento me dijo: Paty tranquila si no lo ve la persona no pasa nada el cable puede estar volando uno año y otro. Porque no es tanto el cable sino el corazón que no está dócil. Bueno pues lo dejé así y después de unas horas cuando regresamos a las pautas de la tarde lo primero que vi fue el cable cambiado y clavado en la pared y Jesús me dijo: ¿Ves Paty? El cable se ve muy bonito, y yo le decía: Sí Jesús está chevere. Pero Jesús resaltó: pero mas bonito se ve el corazón de esta misionera, ¿sabes por qué? Porque fue dócil, porque le gané, y cada vez que veas este cable no verás solo el cable arreglado sino que será testigo del poder de mi amor. Es decir, veras en este gesto la luz del mundo, será luz para el mundo, porque hablará de mi. Esta obra hablará de mí, brillará esta buena obra.
Ustedes son la luz del mundo, no se puede esconder una ciudad asentada sobre un monte. Nadie puede encender una lámpara para taparla con un cajón. Es para que ilumine toda la casa. Esta es nuestra vida para iluminar a toda la casa, dejando que el Sr. En el día a día vaya ganando en nuestro interior, nos vaya doblegando, vaya teniendo fuerza y poder.
¿Se imaginan todo lo que podemos iluminar?
La vida interior que vivimos con la Trinidad es luz para nosotros y para los demás. Es la fuerza para enfrentar miedos, temores que van minando nuestra vida de fe.
Se trata de creer en Jesús, permaneciendo en su amor, porque es lo que nos hace crecer como el grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su campo, es la màs pequeña de las semillas, pero cuando crece se hace mas grande que las plantas de huerto. Es como un árbol, de modo que las aves vienen a posarse en sus ramas.» Nuestra vida así la ve el Sr. Capaz de crecer y de que se poseen muchas personas en nuestras vidas, ser personas que brinden confianza en los demás porque creemos en Dios.
Mira a lo que se asemeja tu vida: Jesús les contó otra parábola: «Aquí tienen otra figura del Reino de los Cielos: la levadura que toma una mujer y la introduce en tres medidas de harina. Al final, toda la masa fermenta.» (Mt 13,31-33)
Ustedes no me eligieron a mí; he sido yo quien los eligió a ustedes y los preparé para que vayan y den fruto, y ese fruto permanezca. Así es como el Padre les concederá todo lo que le pidan en mi Nombre. (Jn 15,15-16)
Por tanto, es una semana para reavivar la fe, permaneciendo en su amor, en su trato, en su mirada y viviendo de cara a èl.
Jesús me decía: Esta irrupción de alegría es semejante a mi alegría, la que yo comparto con el Padre: y Jesús me invitaba a entrar en el gozo del Espíritu de (Lc 10,21-23): “En ese momento Jesús se llenó del gozo del Espíritu Santo y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y se las has dado a conocer a los pequeñitos. Sí, Padre, pues tal ha sido tu voluntad. Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: «¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven! Porque yo les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron.» “
Así podemos iniciar esta Escuela de la palabra, experimentando la mirada de Jesús volcada hacia nuestra familia misionera Verbum Dei de la que formamos parte, una mirada que desborda de alegría porque somos dichosos por ver lo que vemos y oír lo que escuchamos.
¿Qué es la Escuela de la Palabra? Es la Escuela donde todos nos sentimos llamados a “ver y oír”. Ver las maravillas que el Sr. Hace en nuestras vidas amadas por la Trinidad y oír la Palabra que sale de la boca de Dios. El Carisma Verbum Dei no tiene otro tesoro que este. Es la riqueza de la Trinidad ofrecida a todo el que se pone en contacto con Ellos. Es el tesoro temporal y eterno que tenemos para compartir a todos por igual. Es lo que dinamiza nuestra vida y la dispone para estar al servicio de los demás, en definitiva es lo que a la primera comunidad cristiana puso en pie y le hizo testigo de un Dios Vivo. Esta es la razón del por qué de la Escuela de la Palabra. Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, más penetrante que espada de doble filo, y penetra hasta donde se dividen el alma y el espíritu, las articulaciones y los tuétanos, haciendo un discernimiento de los deseos y pensamientos más íntimos.
(Hebreos 4,12).
La Escuela de la Palabra es un permanente Pentecostés. Porque el Espíritu Santo es el que nos llena de alegría y de gozo en el Sr. En el Amor del Padre, la voz del Espíritu Santo y el dialogo constante con Jesús, quienes proyectan nuestra vida como Familia Misionera.
Bueno, ¿Qué quiere decir el Sr. A esta gran Familia? Entendía de parte del Sr. “Permanezcan en mi amor” (Jn 15,10) porque “Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve insípida, ¿cómo podrá ser salada de nuevo? Ya no sirve para nada, por lo que se tira afuera y es pisoteada por la gente. Ustedes son la luz del mundo: ¿cómo se puede esconder una ciudad asentada sobre un monte? Nadie enciende una lámpara para taparla con un cajón; la ponen más bien sobre un candelero, y alumbra a todos los que están en la casa” (Mt 5,13-16).
Esta es la mirada de la Trinidad sobre nuestras vidas. Nos da a conocer el valor que tiene nuestra vida en medio del mundo, de los ambientes donde estamos, de nuestras familias. No eres cualquier persona, no eres del montón, no eres alguien que está pero, como si no estuviera, tampoco para pasar desapercibidos. Somos “la sal de la tierra”, porque nuestra vida tiene el ser de Dios, su ser Amor. Tenemos su sabor con el que somos amados. Es lo que hace que podamos vivir lo mismo que los demás pero con otro sabor. ¡Qué importante es esto que nos dice Jesús! “Ustedes son la sal de la tierra” ¿Te lo crees? ¿Nos lo creemos? ¿Le creemos a la Palabra que sale de la boca de Dios? Basta con que recordemos todas esas experiencias en las que a través de nuestra pobre vida el Sr. Ha amado, ha perdonado, se ha acercado a nuestros hermanos o hermanas que estábamos lejos.
Yo si, ¿Saben por qué? Por que Jesús me lo dice, él nos lo dice. No nos lo ha revelado la carne ni la sangre sino nuestro Padre que está en el cielo. Cristo es la Verdad de nuestra vida, la luz verdadera que ilumina a todo hombre. Aunque en la vida ordinaria experimentemos los retos, desafíos, etc. Lo más verdadero es lo que nos dice Jesús. Recordaba la anécdota de los tres canteros:
Eran tres canteros que se encontraban trabajando, picando piedra a la 1 de la tarde, en el mismo lugar. En eso pasó un turista y les sorprendió ver a esos tres canteros trabajando. Le preguntó a cada uno:
¿Qué están haciendo?
El primer cantero respondió: ¿No ve que estoy picando piedra? Su respuesta era en tono medio enojado, enfadado.
- El segundo le respondió: Estoy cumpliendo con mi deber. Hago lo que tengo que hacer.
- El tercero le dijo: Estoy picando cantera porque estoy construyendo una Catedral.
El creer lo que Jesús nos dice nos hace valorar todo lo pequeño que hacemos o vivimos, valorar los esfuerzos, sufrimientos que vivimos: porque tiene sentido, tenemos un “por qué y un para qué”, tienen el sabor de la fe, del Amor de Cristo.
Pero si la sal se vuelve insípida, ¿cómo podrá ser salada de nuevo? Ya no sirve para nada, por lo que se tira afuera y es pisoteada por la gente.
Mira lo que es tu vida si permanece en mi Amor, eres sal que da sabor, pero… si no permanecemos en su amor nuestra vida se vuelve insípida, no sirve para nada. Podemos hacer mucho bien, podemos dar sabor a lo insípido pero la condición vital es permanecer en el Amor, el no salirnos del amor con el que somos amados, para no perder el sabor. San Mateo, en su evangelio nos da a conocer el riesgo que corre una persona que después de haber experimentado el amor con el que es amado, cabe la posibilidad que lo pierda. Pero San Juan nos da la clave para no perder ese sabor de Dios y es la permanencia.
Esta permanencia no solo nos da sabor, sino que teniendo el sabor de Dios en nosotros nos convierte en luz del mundo. Por eso Jesús nos dice: Ustedes son la luz del mundo: ¿cómo se puede esconder una ciudad asentada sobre un monte? Nadie enciende una lámpara para taparla con un cajón; la ponen más bien sobre un candelero, y alumbra a todos los que están en la casa”.
Recordaba una experiencia que en los ejercicios el Sr. Me regalaba: un día me dijo una misionera Paty sería bueno que arreglaras el cable de la lámpara del sagrario, si lo clavas en la pared se vería bien. Pero teníamos que pedir permiso a la misionera encargada de la casa. Fui a pedirle permiso de hacer eso y le propuse cambiar el cable por otro más delgado y del color de la pared.
Primero como que no le agradó que hiciera eso, y me puso algunos pretextos, lo que no quería era que hiciéramos cambios en la casa, pero Jesús en ese momento me dijo: Paty tranquila si no lo ve la persona no pasa nada el cable puede estar volando uno año y otro. Porque no es tanto el cable sino el corazón que no está dócil. Bueno pues lo dejé así y después de unas horas cuando regresamos a las pautas de la tarde lo primero que vi fue el cable cambiado y clavado en la pared y Jesús me dijo: ¿Ves Paty? El cable se ve muy bonito, y yo le decía: Sí Jesús está chevere. Pero Jesús resaltó: pero mas bonito se ve el corazón de esta misionera, ¿sabes por qué? Porque fue dócil, porque le gané, y cada vez que veas este cable no verás solo el cable arreglado sino que será testigo del poder de mi amor. Es decir, veras en este gesto la luz del mundo, será luz para el mundo, porque hablará de mi. Esta obra hablará de mí, brillará esta buena obra.
Ustedes son la luz del mundo, no se puede esconder una ciudad asentada sobre un monte. Nadie puede encender una lámpara para taparla con un cajón. Es para que ilumine toda la casa. Esta es nuestra vida para iluminar a toda la casa, dejando que el Sr. En el día a día vaya ganando en nuestro interior, nos vaya doblegando, vaya teniendo fuerza y poder.
¿Se imaginan todo lo que podemos iluminar?
La vida interior que vivimos con la Trinidad es luz para nosotros y para los demás. Es la fuerza para enfrentar miedos, temores que van minando nuestra vida de fe.
Se trata de creer en Jesús, permaneciendo en su amor, porque es lo que nos hace crecer como el grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su campo, es la màs pequeña de las semillas, pero cuando crece se hace mas grande que las plantas de huerto. Es como un árbol, de modo que las aves vienen a posarse en sus ramas.» Nuestra vida así la ve el Sr. Capaz de crecer y de que se poseen muchas personas en nuestras vidas, ser personas que brinden confianza en los demás porque creemos en Dios.
Mira a lo que se asemeja tu vida: Jesús les contó otra parábola: «Aquí tienen otra figura del Reino de los Cielos: la levadura que toma una mujer y la introduce en tres medidas de harina. Al final, toda la masa fermenta.» (Mt 13,31-33)
Ustedes no me eligieron a mí; he sido yo quien los eligió a ustedes y los preparé para que vayan y den fruto, y ese fruto permanezca. Así es como el Padre les concederá todo lo que le pidan en mi Nombre. (Jn 15,15-16)
Por tanto, es una semana para reavivar la fe, permaneciendo en su amor, en su trato, en su mirada y viviendo de cara a èl.
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