Escuela de la Palabra


“El Señor es mi Pastor, nada me falta”
Fiesta de Cristo Rey del Universo 


Cita: Salmo 23

¡Buenas noches! Bienvenidos a la Escuela de la Palabra. Cada Escuela está llena de sorpresas porque el Señor no nos abandona, al contrario nos da certezas para vivir: “Nada te puede separar de mi Amor”.

Por eso, participamos de la escuela de la Palabra, porque nos va habituando a encontrar palabras del Sr. Como dice el Profeta Jeremías: “Cuando me llegaban tus palabras, yo las devoraba. Tus palabras eran para mí gozo y alegría, porque entonces hacías descansar tu Nombre sobre mí, ¡oh, Yavé Sabaot!” (Jr 15,16)
No hay palabras que nos den el gozo y la alegría de nuestro corazón; por eso, nos sale decir: Sr. ¿A quién iremos si solo tú tienes Palabras de Vida Eterna? Palabras que nos arrancan de la tierra y nos elevan al cielo. 

El domingo pasado, celebramos la fiesta de Cristo Rey del Universo. Esta Escuela de la Palabra la vamos a dedicar a asimilar esta verdad, esta fiesta tan importante para la Iglesia y para nosotros que somos parte de la Iglesia.

¿Qué significa para nosotros esta fiesta? Es como la bisagra: por una parte recoge todo el recorrido que hemos hecho de ir orando las fuentes de espiritualidad, los cuatro ejercicios, la misión de los laicos para ser generadores de comunión en esta fiesta. Todo concluye en la persona de Cristo Rey del Universo  y nos proyecta a vivir del Amor como clima vital del Reino. 

¡Qué grande es poder ver que toda nuestra vida, nuestro proceso, nuestro año queda recogido en la PERSONA DE CRISTO! Ahí tiene sentido todo. Podemos reconocer que Cristo es anterior a todo, que todo se mantiene en él, él es la Cabeza del Cuerpo – la Iglesia (Col 1,16-18) Recoge todo lo vivido, lo sufrido, lo logrado, lo anhelado, lo que está por conquistar y por realizar. ¡ÉL ES NUESTRA ESPERANZA!

Todas las expectativas tienen su fuente en él, todos los anhelos que hay en el corazón de cada persona tienen su respuesta en LA PERSONA DE CRISTO. Él es el Alfa y Omega, el Principio y Fin de toda realización humana (Est. FMVD 16). A veces damos muchas vueltas en la vida, viviendo con el corazón a medio gas, un poco insatisfechos y conformistas, como vencidos: “ya se dará, ya encontraré” Pero ¡Qué distinto es entrar en la experiencia de poder centrar todo nuestro ser en la PERSONA DE CRISTO! 

Podemos preguntarnos, ¿Hacia dónde va mi vida? Todos necesitamos saber hacia dónde vamos. Dice una canción: Caminante no hay camino, se hace camino al andar. Estamos haciendo camino al andar, camino de Comunión. Por eso, Si nos encontramos perdidos, sin rumbo, o con rumbo pero sin saber cómo vivir, encontrar que Cristo Rey es la finalidad de todo nuestro diario vivir y de lo que hacemos, él es nuestra meta, donde confluye toda nuestra existencia. 

Esta Fiesta de Cristo Rey del Universo es tan rica que tiene mucho por iluminar nuestra vida. No es casualidad que concluyamos un año litúrgico y nos prepare para abrirnos al nuevo que iniciamos con el adviento. ¿Cómo lo podemos concluir? Esta es la pregunta de fondo que nos puede acompañar en esta Escuela de la Palabra y durante la semana.

La respuesta es “Cimentados en el Amor” ¿Por qué en el Amor? Porque el Amor es el Cimiento del Reino, es el CLIMA DEL REINO, pero a la vez, es la certeza que mueve nuestra vida, nuestro diario vivir: SU AMOR. San Pablo dice: El amor nunca pasará. Las profecías perderán su razón de ser, callarán las lenguas y ya no servirá el saber más elevado. Porque este saber queda muy imperfecto, y nuestras profecías también son algo muy limitado; y cuando llegue lo perfecto, lo que es limitado desaparecerá”. (1ª Cor 13,8-10)  

Todo pasa, solo el Amor permanece para siempre. Nos sitúa en lo esencial de nuestra vida y en una de las certezas fundamentales que se convierten en motor dinamizador de nuestra vida: “Nada nos puede separar de su Amor” (Rm 8,35) 

Solo realizamos la misión y somos generadores de Reino cuando nuestra vida se va centrando cada vez más en lo esencial. Ahí donde se va simplificando, sintetizando en una sola realidad: LA PERSONA DE CRISTO.  

Es vital tener en nuestro corazón el amor como clima del Reino, pues si no tengo amor nada soy y nada me aprovecha. Por tanto, la fiesta de Cristo Rey del Universo, es el abrazo de Dios Padre a cada uno de sus hijos, nos levanta de la basura y nos hace sentarnos entre príncipes y heredar un trono de gloria, el trono del Amor, que es tener ese ambiente vital en nosotros. 

Este clima de Amor se hace necesario cada vez más en nuestro corazón, en la medida que van pasando los años, vamos recorriendo etapas, necesitamos tener este Amor de Dios en nuestro interior. Pero, también lo necesitan nuestros hermanos.

Hace unos días, veíamos un programa de punto final, donde hablaban de la niña que fue asesinada por su madre…  La verdad, es que no podía dormir, quedé impactada de tal brutalidad, pero sobre todo porque ella es el ejemplo de tantas personas que por falta de no tener este amor como clima vital del Reino esos son los resultados. Me puse a orar por ella, por la niña, la abuela, el padre destrozado, los niños que vieron todo, y por el chico que andaba con ella, por todos los que viven de alguna manera esta necesidad. 

¿Qué Amor estable en nuestro interior un clima de Reino? El Amor que es relación y respuesta para la vida de todo hombre. Necesitamos darle tiempo suficiente para que genere en nosotros clima de Reino. Por eso, le vamos a dedicar toda una semana, que nos prepare para vivir en el día a día desde la relación de Amor con Jesús. Recibir y saborear su Amor de Buen Pastor (Ez 34,11-17) 

Tenemos al Buen Pastor, al Rey del Universo, amante de nuestra vida. Él mismo nos adentra al corazón de Dios como Buen Pastor, amante de sus ovejas y generoso que no se desatiende y las protege. Toda la intencionalidad de Jesús, es fortalecer nuestro ánimo: ¡Aquí estoy yo! “Yo mismo busco a la oveja perdida, hago volver a la descarriada, curo a la herida, reconforto a la enferma… Cada vez que recibimos ayuda, consuelo, consejo; cada vez que un ejemplo toca nuestro corazón, cada vez que los acontecimientos “despiertan” nuestra conciencia… es Dios mismo que nos busca, nos habla, nos reconforta y nos guía. 

¡Qué grande que todo un Rey del Universo! Quiera expresar su realeza, su grandeza, su poderío, su reinado amando, comprometiéndose con sus ovejas, tratándonos como Buen Pastor, es la respuesta a todas nuestras inquietudes, anhelos, expectativas etc.

Por eso, vamos a detenernos en Ez 34: “Yo mismo…” Me tienes a mí cuando todo se te nubla, cuando experimentas el dolor, el sufrimiento, ¡Aquí estoy yo! Dice la Encíclica Salvados en Esperanza de Benedito XVI: Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando ya no puedo hablar con ninguno, ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios. Si ya no hay nadie que pueda ayudarme –cuando se trata de una necesidad o de una expectativa que supera la capacidad humana de esperar–, Él puede ayudarme, pues aún me queda Dios”.

Él mismo es quien nos habla, nos reconforta y nos guía. “Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas, siguiendo sus rastros. Nuestro Buen Pastor rastrea nuestro corazón. Él va al paso de sus ovejas, cuando se dispersan él mismo sigue sus rastros, las buscaré por donde se han dispersado. Cuando nos salimos del amor, él mismo sigue nuestras huellas, va en busca de nosotros. Lo que hace con nosotros es vital, porque es el clima de Reino que va generando y es lo que haremos con los demás. 

Lo hace desde un trato afectivo, una relación afectiva que crea clima de Reino. Yo mismo las apacentaré para que tengan amor. Él es el Buen Pastor  y él es quien sabe los caminos del corazón, conoce todas nuestras sendas, le son familiares, hasta lo que ni nosotros podemos ponerle nombre. 

Yo mismo las haré reposar:   Entrar en la delicadeza del Amor, del Reino, poner a la persona de Cristo en su lugar, en el centro de nuestra vida cristiana, y todo lo demás se dará por añadidura; supone hacer experiencia de esto. ¿Por qué? Porque él mismo lo hace, él es el Rey del Universo, es el Rey del Amor y sabe los caminos del AMOR.

Sabe cómo conducirnos al descanso, a la libertad. ¿Qué busca Cristo Rey? Que nada nos falte porque él nos lo da todo.
Toda la Palabra de hoy es una invitación a mirar hacia Dios y a agradecer su amor y, además, un estímulo para nosotros a ser transmisores de ese mismo amor a los demás. Si creemos en el amor tan grande que Dios nos tiene, se tiene que notar en todo que vivimos con esperanza y que presentamos a un Dios lleno de amor en todo lo que vivimos. Un Dios que hace salir su sol y manda la lluvia sobre buenos y malos.

Precisamente Jesús se identifica con cada persona que encontrarnos en el camino y nos deja muy claro que lo que hagamos o dejemos de hacer a cada uno, a él se lo hacemos o dejamos de hacer.

Señor, enséñanos y ayúdanos a amar siempre y a todos, a los cercanos y a los de lejos especialmente a los más pobres y necesitados, para que al final de nuestra vida podamos escuchar de ti: Venid benditos de mi Padre porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me disteis de beber, estuve desnudo y me vestisteis... en la cárcel y me visitasteis... Lo que haces con tu hermano pobre y necesitado a mí me lo haces: Ven y entra en el gozo de tu Señor. El amor de Dios, su Espíritu, nos da a conocer y saborear cómo nos ama, para que nos identifiquemos con él.


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