El Amor se goza en la verdad
CARACTERÌSTICAS DEL AMOR
Buenas noches, Bienvenidos a esta Escuela de la Palabra, en la que cada uno nos podemos sentir en confianza, porque no somos siervos que van y vienen sin saber que hace su señor, dice la Palabra de Dios: “A ustedes no les llamo siervos, porque un siervo no sabe lo que hace su Señor, a ustedes les llamo amigos, porque les doy a conocer todo”. También nos podemos sentir en confianza, porque no nos elegimos nosotros para participar de la Escuela es Cristo quien nos eligió y nos ha destinado para que vayamos y demos fruto abundante y duradero (Jn 15,15-16).
Por eso vamos a darle un aplauso a Cristo, el que nos llama amigos y el que nos ha elegido para algo muy grande: “para que vayamos y demos fruto abundante y duradero”, y este fruto es el Amor; pero no cualquier amor, sino con las características del que es el AMOR.
Esta mañana le preguntaba al Sr. ¿Cuáles son las características de tu Amor? ¡Dámelas a conocer!, ¡Que las conozca para que nuestra vida de el fruto que al que tu nos has destinado!. ¿Cómo podemos dar ese fruto abundante y duradero? ¿Cómo podemos dar el fruto del Amor con las mismas características?
La Palabra es sabia, es nuestra sabiduría, es lámpara para nuestros pasos, y luz en nuestro camino, nos dirige y nos orienta:
Dice el Profeta Jeremías (Jr 17,7-8): “¡Bendito el que confía en Yavé, y que en él pone su esperanza! Se asemeja a un árbol plantado a la orilla del agua y que alarga sus raíces hacia la corriente: no tiene miedo de que llegue el calor, su follaje se mantendrá verde; en año de sequía no se inquieta, ni deja de producir sus frutos.
Feliz el hombre que confía en el Señor, pues feliz la persona que confía en la Palabra porque nuestra vida puede cambiar, puede estar verde, con vida en tiempo de calor, en las dificultades no se inquieta, y no deja de producir frutos. ¿Qué tiene la Palabra que no nos deja igual? ¿Qué tiene que puedes estar pasando dificultades y no secarte, tener, fe, esperanza y más amor? ¿Por qué el Amor no se agota? ¿Por qué no dejas de producir frutos, aunque seas pobre y limitada?
¡Feliz el hombre que confía en la Palabra! Ahí está el quid, es la clave de todo lo que podemos experimentar. Pues esta semana podemos empezarla así, “CONFIANDO EN LA PALABRA” para ser testigos del poder del Amor que va en nosotros sembrando sus mismas características. No podemos quedarnos fuera de la experiencia de esta confianza, porque la pasamos mal, muy mal. Es condición de vida o muerte.
Es el paso de la muerte a la vida, para poder amar a nuestros hermanos y solo vivimos este paso confiando en la palabra y tomando una determinada determinación por querer amar, por no querer vivir enfermos, infirmes; porque la falta de amor nos hace “vivir leprosos”. Vamos a hondar en la experiencia de Naamán quien era el comandante, jefe del ejército del rey de Aram.
Era un hombre muy estimado por su señor,
su favorito porque había ganado varias victorias.
Pero este hombre valiente era leproso.
Pero un día la sirvienta de su mujer le dijo a su patrona: «¡Ojalá mi señor se presentara al profeta que hay en Samaria, pues él le sanaría la lepra!» El rey de Aram le dijo: «¡Anda inmediatamente! Te voy a entregar una carta para el rey de Israel».
Fue pues Naamán con sus caballos y su carro y se detuvo a la puerta de la casa de Eliseo. Eliseo le mandó decir por medio de un mensajero: «Vé a bañarte siete veces en el Jordán y tu carne será como antes y quedarás sano».
Confiar en la Palabra de Dios es vital, nos introduce en la experiencia de la sencillez de vida, porque el Amor es sencillo, no es complicado cuando estamos fuera de este trato amoroso, nos complicamos la existencia y se la complicamos a los demás, porque como dice el profeta Jeremìas: “El corazón es lo más complejo, y es perverso: ¿quién puede conocerlo? Yo, Yavé, yo escudriño el corazón y sondeo las entrañas”. Cuando estamos en el orgullo, lo sencillo no nos dice nada, nos enoja, nos provoca cólera porque no está a nuestra altura, creemos que no satisface nuestra necesidad. A Naamán no le bastó meterse a bañarse siete veces para que se curara, porque él esperaba otra cosa. Era poco para su pretensión y para lo que él creía merecer. Es una experiencia fuerte estar en el orgullo, en la soberbia.
Experiencia de orgullo – soberbia. “Tú estabas arriba y yo abajo y te envié a la discípula más sencilla para que te abajaras, era la que estaba a la medida de tu necesidad. Pensabas que ella no te aportaba nada, sin embargo fue la que te pudo abajar de tu orgullo, porque necesitabas “la experiencia de un amor sencillo, el amor es sencillo”, ella te hizo añorar la experiencia de Dios y la fe sencilla que tenía esa discípula y la sencillez con la que predicaba, además se le veía feliz, descomplicada y contenta; y tú en el “imbo” porque estabas tan arriba que solo estabas tu, nada te llegaba y nada te bastaba, “tu tan arriba y yo tan abajo, no nos podíamos encontrar”.
Para ahondar en las características del Amor, desde arriba no las captamos, no profundizamos vemos todo tan abstracto, ilusorio, tan al margen de nuestra vida, que no nos toca, porque estamos como Naamán: nos acercamos a la Palabra de Dios con todas nuestras prepotencias: caballos, carros, etc. Luego, nos dicen confía en la Palabra de Dios, “ve y báñate siete veces en el Jordan ” y tu carne quedará limpia. No creemos que esta respuesta o propuesta sea nuestra salvación, nuestra curación para el orgullo y soberbia que nos hace estar leprosos. Nos marchamos indignados como Nahamán, murmurando, y reclamando (frutos del orgullo), y se enojó, se fue diciendo:
«Yo pensaba que saldría a verme en persona, que invocaría el nombre de Yavé su Dios, que pasaría su mano por la parte enferma y que me libraría de la lepra. ¿No son los ríos de Damasco, el Abna y el Parpar, mejores que todos los de Israel? ¡Me habría bastado con lavarme allí para sanarme!» Muy enojado dio media vuelta para irse.
El Amor es amor y no admite soborno, sino que él cura y va imprimiendo en nuestras vidas las fasetas de su amor por otros caminos, no por donde pensamos o desde nuestras expectativas. El camino es confiando en la Palabra de Dios que nos abaja, nos hace ser sencillos como palomas y astutos como serpientes, porque no es siendo leones rugientes que buscamos a quien devorar, ni desde las pretensiones tan grandes que tenemos que hacen que más nos pese la vida. Lo que Dios nos invita a través de los demás es a hacer cosas sencillas, tan sencillas que están a nuestro nivel, a nuestra capacidad, pero con la certeza de que nos vamos a curar, y nuestra piel será como la de un niño, nuestro amor manifestará un amor sencillo, descomplicado, que descomplique a los demás, que genere ambientes de descomplicación, porque la sencillez nos quita cargas pesadas, nos hace ver todo con una nueva luz, nos libera, nos reconcilia nuestra lepra, nuestras heridas y nos vuelve a la confianza, a creer nuevamente. Es en tu piel que vas a experimentar las facetas del Amor de Cristo.
Pero, necesitamos sirvientes que con libertad se acerquen a nuestra vida y se atrevan a decirnos, se atrevan a pasar por nuestras reacciones, nuestros enojos, nuestra soberbia y nuestros reclamos, como los sirvientes de Naamán: “Pero sus sirvientes se acercaron y le dijeron: «Padre mío, si el profeta te hubiera pedido algo difícil ¿no lo habrías hecho? ¿Por qué, pues, no lo haces cuando tan sólo te dice: Lávate y quedarás sano?»
El Amor es sencillez, y lo sencillo va en contra del orgullo. Es la sencillez del que no es egoísta, del que ama en la verdad, del que disculpa todo, del que no se engríe, no se afirma en sus ideas, (Cfr. 1Cor 13,1ss) sino que se fía de lo que le dicen los demás, de la Palabra de Dios, se goza en la verdad de la Palabra de Vida. Por tanto, el camino de sencillez es eficaz, es lo que cura toda enfermedad. Es volver a la sencillez de vida, a gozarnos en la verdad de la Palabra, para disfrutar de lo sencillo.
“Bajó pues y se sumergió en el Jordán siete veces, tal como le había dicho el hombre de Dios. ¡Y después de eso su carne se volvió como la carne de un niñito; estaba sano!”
Volver a la sencillez es fácil, supone doblegarnos, reconocer nuestros orgullos, nuestra soberbia y tomar una determinada determinación. ¡Mira lo que te espera! Lo más grande, lo que añoras profundamente, tener una piel, una carne de niño, un corazón sensible al hermano.
Es el mismo Amor de Jesús:
Jn 8,3-11:
El amor no coloca en el centro a nadie para juzgar según la ley, sino que le liberarás, porque el amor libera.
El amor se inclina, se abaja hasta donde está la persona, y ama con un silencio elocuente.
No arroja piedras, si no que pone a los demás en su verdad.
El amor escribe en el suelo, cuantas veces haga falta, para escuchar de Dios la palabra y el gesto oportuno.
El amor dialoga, para hacer caer en cuenta que nadie te condena.
Y el amor envía, dispone a la persona a dar fruto abundante y duradero.
Pidamos a nuestra Madre, que nos regale de su sencillez, para confiar en esta noche en la Palabra y dejar que nos cure de todas nuestras lepras y podamos manifestar en nuestras vidas todas esas características del Amor del Dios como fruto abundante y duradero.
Para poder ser una comunidad fecunda, llena de Vida y de Amor. Una comunidad sencilla y descomplicada.
ESCUELA DE |
CICLO: TU VIDA ES PARA AMAR TEMA: Características del Amor. |
Miércoles: Orar la escuela. Jueves: Jr 17,7-8; Sal 1,1-5: Feliz el hombre que confía en Viernes: 2 Re 5,1 -11: El amor es sencillez y cura nuestra lepra: La soberbia. Sábado: 1 Cor 13,1-7: El amor se goza en la verdad. Domingo: Jn 8,3-5: El amor va más allá de la ley. Lunes; Jn 8, 6-11: El amor guarda silencio y nos libera. Martes: Jn 15,15-16: El amor todo lo cree, por eso nos elige y nos destina a dar fruto abundante y duradero. |
Comentarios