¡Escuchemos la voz del Señor para que entremos en su descanso!



Ciclo: Resurrección                                  
Tema: La escucha de la Palabra


¡Buenas noches! Bienvenidos a esta escuela de la Palabra. Estamos en el ciclo de Resurrección, profundizando en cómo aprender a vivir la VIDA NUEVA en Cristo. 

Hemos estado haciendo todo un recorrido para aprender a vivir como Resucitados desde la oración, pero nos decían la semana pasada que es necesario que Jesús nos disponga, que vaya creando en nosotros actitudes para escucharle. Esta semana nos vamos a introducir en la “escucha de la Palabra”, porque escuchemos la voz del Señor, para que entremos a su descanso (Sal 95), Lo que nos descansa es escuchar a Dios, es lo que nos da sosiego y quietud del corazón. Es la voz del amado que se dirige a nosotros. Cada escuela de la Palabra, la voz del amado es la que nos habla, nos sale al encuentro, viene saltando por los montes, brincando por las colinas, viene hablándonos a nuestra realidad y nos dice: “LEVANTATE HERMOSA MIA, HERMANA MIA Y VEN PARA ACÀ”

Cuando escuchamos la voz del amado nos levanta, y nos reorienta. “Ven por acá”. Jesús me invitaba a leer su Palabra en Jn 21 y dice: “Nuevamente se apareció Jesús a sus discípulos en la orilla del lago” Jesús no se cansa y siempre se hace presente en nuestra vida. Jesús se había aparecido resucitado a sus discípulos, pero ellos no terminaban de entender el mensaje, no entendían lo que Jesús quería decirles por no saber escuchar. Jesús se aparece en la orilla, en el comienzo, en el inicio de sus vidas.

Muchas veces cuando nos perdemos o no sabemos para donde ir, regresamos al comienzo, al punto de partida, por temor a perdernos. Ejemplo: Hace mucho tiempo conocí la comunidad y a través de la comunidad conocí a Dios, a mi Padre. Pero luego dejé de escucharlo, me perdí en el mundo. Quería vivir eso bonito sólo y terminé sin rumbo, metido en mil cosas y sin amor. Pero un día regresé a mi comunidad y encontré al Amor de mi vida, a mi Padre y de ahí en adelante ha sido otra historia. Por eso, que bueno es regresar al camino, al inicio de nuestra vida.

Este evangelio de Juan 21, nos deja ver que los discípulos estaban: desanimados, no entendían lo que Jesús les quería enseñar cuando estaba con ellos, y después cuando físicamente no estaba con ellos era peor. Por eso, regresan a la orilla de sus vidas, allí tal vez, cuando sintieron el primer llamado y deciden retomar su vida de antes, como una película bonita que llega a su fin; en la que fueron protagonistas, pero que ya no lo son.

Nos podemos identificar con los discípulos. Estamos desanimados pero, ¿Por qué? ¿Qué nos sucede? Si somos hombres nuevos, Cristo ha dado la vida por nosotros, nos ha resucitado con él, si Cristo no ha resucitado vana es nuestra fe. Entonces ¿Por qué nos dura tan poco la vivencia de la Resurrección? Es verdad que rápido se nos va la fe, todo se vuelve monótono, rutinario y decimos: otra vez la escuela, otra vez la oración, otra vez dar la vida. ¿Es que tiene que ser así siempre? ¿No será que muchos tal vez caemos y regresamos, avanzamos en el camino de fe y luego retrocedemos porque se nos acaba la fe o simplemente dejamos de escuchar a Jesús?

Pero, Jesús sale a nuestro encuentro, y él sabe dónde encontrarnos, allí en la orilla de nuestra vida. Es quien nos quiere y no se conforma con vernos que estemos más o menos bien, en la orillita, pero sin amor abundante, sin vivir escuchándole.

Pedro, les dijo: “Voy a pescar”. Contestaron ¡Vamos también nosotros contigo!. Salieron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada.

Pedro piensa que todo lo que había vivido fue una bonita experiencia, y que había llegado a su fin, y decide volver a la rutina. Cuando no escuchamos a Jesús, nada tiene sentido, nos esforzamos pero nos cansamos porque no encontramos nada que compense, nada que llene el corazón y terminamos malhumorados, renegando, y vacíos “sin pesca”. Y los discípulos le siguieron a Pedro, porque ellos estaban tan desanimados como él, sin rumbo, sin fe. Lo siguen a Pedro, pero aquella noche no pescaron nada. Es la experiencia de toparse con lo fuerte de no pescar nada.

¿Por qué no has pescado nada? Por escuchar a tus sentimientos, al mundo, nuestras propias penas, criterios, justificaciones, muchas veces terminamos en nada.

Al amanecer Jesús estaba parado en la orilla, pero los discípulos no sabían que era él. Jesús les dijo: Muchachos ¿Tienen algo que comer? Le contestaron nada.

En esta semana nos invita Jesús a ejercitarnos en la escucha de la Palabra, esa que Jesús nos dice: ¿Has pescado algo? ¿Tienes algo que comer? Jesús tiene hambre, hambre de nuestra vida, de nuestra escucha. Nos pregunta ¿Tienes algo que comer? ¿Tenemos algo para darle? Yo ante esta pregunta que Jesús me hacía decía: si Jesús “tengo mi vida” como dice una canción: si ves algo que te sirve tómalo. Tómalo a pesar de que no soy digno de ti.  Muchas veces por la vergüenza de no tener nada, nos alejamos de ti, y no somos capaces de decirte “nada” ¡Qué humildad la de los discípulos! Ellos respondieron con libertad “nada”.

Es necesario que podamos escuchar bien, para responder con sinceridad y libertad interior. Ante la respuesta sincera de los discípulos Jesús les dice: “Echen la red a la derecha y encontrarán pesca” “Echaron la red y no tenía fuerza para recogerla por la gran cantidad de peces”.

Escuchar y confiar para obedecer. El que escucha la voz del Señor entra en su descanso y porque el corazón está aquietado, saciado, obedece. Jesús sabe que andamos necesitados de amor, de poder pedir perdón y no nos sale, nos puede más nuestro orgullo. Por eso, Jesús hoy te dice: “Echa la red al lado derecho y encontrarás pesca”. Si escuchas a Jesús no volverás a pasar necesidad, te aseguro que disfrutarás del día a día, tu cara de amargura y enfado se transformará, porque es por falta de amor, de escucha.

Escuchar es dar un paso a la confianza, al riesgo de dejar a Jesús ser el que obre el milagro. Verás la cantidad de peces. Como dice una canción: pero no tengas miedo y verás muchos milagros. El discípulo al que Jesús más amaba dijo a Simón Pedro “Es el Señor” A penas Pedro lo escuchó decir que era el Señor, se puso la ropa, pues estaba sin nada y se echó al agua. Cada uno a través de la escuela de la Palabra, nos va capacitando a ser ese discípulo amado, si buscamos la oración, si cada mañana escuchamos la voz del amado, si buscamos hacer su voluntad. Somos amados por Cristo y tal vez  al igual que Pedro muchas veces no le reconocemos; pero tan solo una Palabra suya nos rescata, nos lanza a vivir fiándonos de él.

Escuchamos la Palabra y nos conduce a encontrar fuego encendido, pescado sobre las brasas y pan. Siempre tiene la mesa servida para nosotros, encontramos el fuego que calienta nuestro corazón. En esa experiencia de sintonía e intimidad Jesús nos dice: traigan algunos de los peces que acaban de sacar. Nos invita a poner en común lo que él nos da. Nadie es tan pobre, tan pobre que no tenga nada para dar. Aprender a escuchar, nos lleva a poner en común lo mejor de nosotros, la Palabra escuchada.

Ojalá que escuchemos en esta semana esa invitación de Jesús: ¡Vengan a desayunar! Donde se convierte es escuela de aprendizaje a dar y compartir la vida, a no reservarla y saberla dar en todo momento, en las buenas y en las malas.

Lecturas para la semana
Miércoles: Sal 95; Cant 2,8-14: Escuchar la Palabra para entrar en el descanso de Dios.
Jueves: Jn 21,1-3; 1 Cor 13: Cuando no escuchamos la Palabra de Dios, nada nos aprovecha.
Viernes: Jn 21,4-7: Escuchar es obedecer, confiar y se obra el milagro.
Sábado: Jn 21,8-13: Escuchar es vital: es nuestro alimento.
Domingo: Jn 10, 1-10: Escuchar la Palabra nos hace ser buenos pastores.
Lunes: Jn 21,14-16: Escuchar para apacentar a las ovejas.
Martes: Jn 21,17-21: Escuchar es que Otro te lleve a donde tú no quieras ir.





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