Formamos un sólo Cuerpo en Cristo

Hoy retomamos la verdad del Cuerpo Místico de Cristo, que es un llamado a entrar en este misterio que nos une dentro del Cuerpo de Jesús.
En esta verdad nos toca sentirnos parte del Cuerpo Místico de Cristo, Pablo nos dice:   Dios colocó todo bajo sus pies, y lo constituyó Cabeza de la Iglesia.  Ella es su cuerpo y en ella despliega su plenitud el que lo llena todo en todos.   
La iglesia somos cada uno de nosotros y la cabeza es Cristo ¡Qué grande es saber que no somos células separadas!  por el Amor tan grande que nos tiene Dios, que nos hace parte de Él. Es como una mamá en el vientre de su madre, el bebé es parte de ella; nosotros estamos incrustados en el Cuerpo de Cristo y un bebé forma parte de la madre durante nueve meses, más nosotros en el Cuerpo de Cristo lo estamos para siempre.
Si el bebé está sano, la mamá también y si se enferma la mamá se enferma. Mi prima cuando tiene sus hijos se pone muy delicada con riesgo a perder al bebé y en su segundo hijo el doctor le dijo que tenía que abortar  y mi prima dijo: yo a mi bebe no me lo saco, voy a correr el riesgo de tenerlo así me cueste la vida y lo tuvo con dificultades, eso es un amor incondicional.
En Jesús, enfermos o sanos somos parte de él, y nos sostiene y nos da la oportunidad al estar unidos a Él, la de ser santos.
Una discípula me decía yo quiero ser santa pero es difícil, pues por estar metida en mis estudios, no oro y tengo vergüenza dirigirme a él, después que he preferido otras cosas,  yo le decía la santidad no depende de nuestros méritos, depende de lo que intentamos vivir, yo estoy segura que la santidad perfecta la alcanzaré ya en el cielo porque somos falibles,   es parte de nuestra naturaleza,  él me levanta y confía en mí y yo en él, Santa Teresita decía: sin ti no puedo subir las escaleras, ser santos necesitamos quererlo.
A Santa Teresa le preguntaron una vez ¿Qué se necesita para ser santo? Y ella contestó: ¡Quererlo! Se nos hace difícil creer que estamos en el Cuerpo de Cristo pero Él así lo ha querido, es como el nacer, nadie lo ha pedido pero hemos nacido,  y así se nos ha dado ser parte del Cuerpo de Cristo, es un regalo.
Me ayudaba la imagen de la vid y los sarmientos, si el sarmiento no está unido a Cristo que es la Vid, no da frutos por si solo, tiene que estar unido al tronco para que lo alimente con la savia, así somos nosotros, los sarmientos, sin Cristo no somos nada y no damos frutos.
La savia que nos da el cuerpo de Cristo no es para sobrevivir sino para vivir en plenitud y a veces se nos ve tan desanimados, tristes, porque hacemos de nuestra vida: del trabajo a la casa y viceversa, caemos en la rutina y perdemos el gozo de vivir.
Sólo en Jesús está nuestra vida y con frutos de bondad, paciencia, tolerancia, servicio a los demás, ésta es una actitud del que ora porque en oración Jesús te hace entender que no vas sola sino que fortalece tu querer ser santo.
Sin mí no puedes hacer nada, como dice la canción de Glenda: Ven Señor Jesús, porque sin ti no encuentro paz en nada, sin ti mis ojos no brillan, la vida es poca cosa sin ti, ven porque sin ti ya mis manos no sirven y mi  corazón no se ensancha, a mi ayudó mucho para hacer una oración profunda, porque sin Jesús, no tengo nada que dar,  y puedo hacer muchas cosas pero fuera de la verdad y así andamos por la vida sin nunca encontrar a Jesús y nos andamos vacíos. Pero si vamos hacia la meta que es Cristo, encontramos la razón de vivir, de querer ser santos a pesar de nuestras imperfecciones.
Cada uno desde su proceso vea cómo está en el cuerpo de Cristo,  Jesús dice:
Mientras ustedes permanezcan en mí y mis palabras permanezcan en ustedes, pidan lo que quieran y lo conseguirán,  es como ese niño que se sabe en brazos de su Padre, es confiado, seguro, como en el Copo, en México, estábamos de retiro misioneras y matrimonios, ahí es descampado y un día vimos venir una gran cantidad de vacas y toros, y nos refugiamos en las hendiduras de una rocas y un papá asustado por la cercanía de los animales, mientras que el niño sobre  sus hombros, gritaba feliz, ¿por qué? Porque se sentía seguro, confiado en los brazos de su padre, se siente parte de Él.
Es un regalo ser parte del Cuerpo de Cristo, ¿Qué nos hace falta para sabernos dentro de él? Creérnoslo  porque a veces no lo creemos, estamos acostumbrados a un amor que todo lo condiciona, si te portas bien; te llevo al cine, si haces la tarea te regalo esto; pero el amor de Dios es incondicional, Dios no es como los enamorados, que deshojan margaritas: ¿me quiere? ¿No me quiere?  Él siempre nos quiere porque somos sus hijos, seamos buenos o malos, lo más importantes es sentirnos parte del cuerpo de Cristo,  y en él somos uno, como dice Pablo:   Las partes del cuerpo son muchas, pero el cuerpo es uno; por muchas que sean las partes, todas forman un solo cuerpo. Así también Cristo.  Hemos sido bautizados en el único Espíritu para que formáramos un solo cuerpo, ya fuéramos judíos o griegos, esclavos o libres. Y todos hemos bebido del único Espíritu.
Es como un equipo de fútbol cada jugador tiene un lugar y un espacio que cuidar, pero todos juntos forman un solo equipo, si hace gol, uno, el triunfo es del equipo,  así en el cuerpo de Cristo, somos uno pero cada uno es diferente al otro en su manera de sentir, pensar, actuar, costumbres etc.,  Un solo miembro no basta para formar un cuerpo, sino que hacen falta muchos.  Supongan que diga el pie: «No soy mano, y por lo tanto yo no soy del cuerpo.» No por eso deja de ser parte del cuerpo.  O también que la oreja diga: «Ya que no soy ojo, no soy del cuerpo.» Tampoco por eso deja de ser parte del cuerpo.  Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿cómo podríamos oír? Y si todo el cuerpo fuera oído, ¿cómo podríamos oler?
Lo mismo que en el fútbol, un arquero no puede hacer las veces de un volante, ni un defensa arquero,  cada uno es único y ocupa su lugar, nadie es inútil, ni tampoco puede jugar solo, sino como equipo.
Lo mismo en la Iglesia, la comunidad Verbum Dei, cada uno ocupa su lugar y aporta y es diferente y se aman, esto es reino.
A veces no nos vivimos el reino porque no nos aceptamos tal cual somos, porque nos comparamos con otros y no aceptamos el lugar que nos corresponde. Lo mejor sería aceptarnos desde lo que somos y desde donde estamos y ponerlo todo para crear reino.
Nadie puede decir a otro no te necesito desde la fe, mi oración alimenta a muchos y tu oración también nos alimenta, eso es unidos a la vid que es Jesús.
Dios nos ama por igual desde nuestras diferencias para que no se divida el cuerpo, a veces ni conocemos nuestros talentos, ni sabemos que los tenemos, pero Dios nos ha dado talentos para que los trabajemos  para ser fiel a lo que Él nos llama.
Si un miembro está alegre todos estamos alegres y nos felicitamos pero si un miembro está triste también estamos tristes porque desde la fe somos parte del cuerpo.
Ayudemos a crecer a otros que sepan que son parte del cuerpo de Cristo, porque la oración nos alimenta, nadie puede decir: Oro hasta tocar el cielo y sin embargo no soporto a mi marido, esposa, vecino, compañeros no podemos vivir desencajados, orar fuera de los hermanos, unidos a Jesús, unidos a los hermanos, Jesús nos lleva a todos en su cuerpo.
Por eso les invito a creérnoslo que somos partes de este Cuerpo y es para siempre.

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